La formación de un panal de abejas.
Las colonias de abejas en todo el mundo corren el riesgo de una variedad de amenazas, que incluyen pesticidas, enfermedades, mala nutrición y pérdida de hábitat. Investigaciones recientes sugieren que una amenaza está muy por encima de las otras: un ácaro parásito, ‘Varroa destructor’, que se especializa en atacar a las abejas.
Durante décadas, los investigadores han asumido que los ácaros varroa se alimentan de sangre, como muchos de sus primos ácaros y garrapatas. Pero una nueva investigación dirigida por la Universidad de Maryland sugiere que los ácaros varroa, en cambio, tienen un apetito voraz por un órgano en el abdomen de la abeja llamado ‘cuerpo graso’, que cumple muchas de las funciones vitales que desempeña el hígado humano, al tiempo que almacena alimentos y contribuye al sistema inmune de las abejas.
La investigación, publicada en Proceedings, podría transformar la comprensión de los investigadores sobre las principales amenazas para las abejas melíferas, al tiempo que indica el camino hacia tratamientos más eficaces contra los ácaros en el futuro.
“Los investigadores de las abejas a menudo se refieren a tres P: parásitos, pesticidas y pobre nutrición. Muchos estudios han demostrado que la varroa es el mayor problema. Pero cuando están comprometidas por la varroa, las colonias también son más susceptibles a las otras dos”, indica Samuel Ramsey, el autor principal del artículo.
“Ahora que sabemos que el cuerpo de grasa es el objetivo de Varroa, esta conexión ahora es mucho más obvia. Perder el tejido graso afecta la capacidad de una abeja para desintoxicar pesticidas y les roba alimentos vitales. El cuerpo graso es absolutamente esencial para la supervivencia de las abejas”, añade.
Además de descomponer las toxinas y almacenar los nutrientes, los cuerpos grasos de las abejas producen antioxidantes y ayudan a controlar el sistema inmunológico. Los órganos grasos también desempeñan un papel importante en el proceso de metamorfosis, regulando el tiempo y la actividad de las hormonas clave. Los cuerpos grasos también producen la cera que cubre partes de los exoesqueletos de las abejas.
Según Ramsey, el supuesto de que los ácaros varroa consumen sangre de abeja (más precisamente llamada hemolinfa en insectos) ha persistido desde que se publicó el primer artículo sobre el tema en la década de 1960.
Ramsey notó varias observaciones que lo llevaron a cuestionarse si los ácaros varroa se alimentaban de algo más que hemolinfa. Primero, la hemolinfa de los insectos es muy baja en nutrientes. Para crecer y reproducirse al ritmo que lo hacen, los ácaros varroa necesitarían consumir mucha más hemolinfa de la que podrían adquirir de una sola abeja.
En segundo lugar, el excremento de los ácaros varroa es muy seco, al contrario de lo que uno esperaría de una dieta de sangre completamente líquida. Por último, las piezas bucales de los ácaros varroa parecen estar adaptadas para digerir tejidos blandos con enzimas y luego consumir la papilla resultante. Por el contrario, los ácaros que se alimentan de sangre tienen partes bucales muy diferentes, específicamente adaptadas para perforar membranas y chupar líquido.
El primer y más sencillo experimento realizado por Ramsey y sus colaboradores fue observar dónde tendían a reunirse los ácaros en los cuerpos de las abejas para alimentarse. Si los ácaros se aferraban a lugares aleatorios, razonó Ramsey, eso sugeriría que en realidad se alimentaban de hemolinfa, que se distribuye uniformemente por todo el cuerpo. Por otro lado, si tuvieran un sitio preferido en el cuerpo, eso podría proporcionar una pista importante para su comida preferida.
“Cuando se alimentan de abejas inmaduras, los ácaros comen en cualquier lugar. Pero en las abejas adultas, encontramos una gran preferencia por la parte inferior del abdomen de las abejas (señala Ramsey). Más del 90% de los ácaros que encontramos en adultos se alimentaban allí. Como sucede, el tejido corporal graso se propaga a través de los cuerpos de abejas inmaduras. A medida que las abejas maduran, el tejido migra a la parte inferior del abdomen. La conexión fue difícil de ignorar, pero necesitábamos más evidencia”.
Ramsey y su equipo luego tomaron imágenes de los sitios donde los ácaros varroa roían el abdomen de las abejas. Usando una técnica llamada fractura por congelación, los investigadores utilizaron nitrógeno líquido para congelar a los ácaros y sus hospedadores, esencialmente tomando una “instantánea” física de los hábitos de alimentación de los ácaros en acción. Utilizando microscopios electrónicos de barrido potentes para visualizar los sitios de la herida, Ramsey vio una clara evidencia de que los ácaros se alimentaban de tejido corporal graso.
Fuente y más información:
Diario 20minutos