Hyperloop, gracias a la ausencia de fricción, podría superar los 1.000 kilómetros por hora.
Viajes de Madrid a Barcelona en 30 minutos. El medio de transporte que sustituirá al avión. Tubos futuristas conectando ciudades. La fiebre por el Hyperloop y sus posibilidades se ha extendido desde que se anunciara que España acogerá un centro de experimentación.
Pero, realmente, ¿qué es el Hyperloop? ¿Cómo surgió? ¿Cómo funciona? Demasiadas preguntas para un proyecto que tiene su origen hace más de 100 años, en la época victoriana.
Fue entonces cuando se empezó a fantasear y a tratar el tema de trenes impulsados por una columna de aire dentro de un tubo. Más tarde, el oriundo de San Petersburgo, Boris Weinberg, diseñó un sistema de propulsión por levitación magnética dentro de tubos a través de cápsulas individuales, evitando así casi toda la fricción.
En 2013, el sudafricano Elon Musk resucitó el proyecto pero, con el fin de hacerlo perfectamente viable, desarrolló un concurso internacional de manera que las universidades de todos los países pudieran participar con sus ideas, subdividiendo dicho concurso a su vez en categorías, como propulsión o sostenibilidad.
Ahí es donde entra el proyecto de cinco estudiantes de la Universidad Politécnica de Valencia, que ganaron una de las categorías y una de las subcategorías y cuyo diseño, funcionalmente hablando, es el que mejor se adecúa a lo que será el Hyperloop.
Un funcionamiento orgánico
Hyperloop se basa, en su totalidad, en que el medio de transporte tenga la mínima fricción posible, el mínimo roce, pues es este el que hace que, por un lado, se frene y, por otro, la necesidad de usar más energía para continuar la marcha, precisamente por ese cese de velocidad.
Tal y como está pensado el Hyperloop, la única energía que utiliza es la de la aceleración primera y la de frenar. Una vez la cápsula ha alcanzado la velocidad tras ese primer impulso, al no haber rozamiento, no hay consumo de energía, por lo que no requiere de mayor energía
Dicha energía no provendría de combustibles fósiles, sino de baterías que podrían ser recargables mediante paneles solares.
Que no haya rozamiento se consigue mediante levitación magnética. Dentro de un tubo al vacío, el transporte levita sin llegar a tocar ninguna pared como imanes que se repelen. Además, el poco aire que pueda quedar en el tubo se reutiliza para alcanzar los casi 1.200 kilómetros por hora.
El diseño de los estudiantes valencianos incorporó una diferencia: mientras que en el resto de grupos repelía la cápsula desde abajo, ellos lo idearon desde la parte superior del tubo.
La principal ventaja de esto es mecánica, dado que se basa en la estabilidad pendular, que vuelve al centro. Esto otorgó al proyecto mayor equilibrio, velocidad en curvas y un gasto de energía todavía más reducido.
A principios del año pasado se empezó a construir la primera cápsula de pasajeros, así como comenzaron las obras en Baltimore para el primer Hyperloop real. Y ahora, el círculo se cierra, pues regresa a España la idea de estos chicos valencianos que intuyeron que el futuro pasaba por aquí.
Fuente y más información:
Diario 20minutos