Un buceador con un grupo de delfines.
Investigadores de la Fundación Oceanogràfic de Valencia, junto a la Institución Oceanográfica Woods Hole (EE UU), han demostrado que, durante la inmersión, mamíferos marinos como ballenas o delfines no sufren la enfermedad del buceador, como les sucede a los terrestres, porque sus pulmones cuentan con mecanismos activos y no solo pasivos para evitarlo.
El centro valenciano ha recogido en un comunicado que este estudio, publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B., plantea que esta diferencia entre mamíferos terrestres y marinos “puede deberse a que unos y otros tienen distinta estructura y funcionalidad cardiopulmonar”, según su investigador principal y coordinador del Comité Científico de la Fundación Oceanogràfic, Daniel García-Párraga.
“El aire está compuesto principalmente por nitrógeno y oxígeno. Los buceadores lo saben bien porque si ascienden a la superficie demasiado rápido después de una inmersión prolongada, la acumulación del nitrógeno en sus tejidos puede causarles la enfermedad descompresiva y, quizás, la muerte”, han expuesto desde el Oceanogràfic.
Este fenómeno, común a todos los mamíferos terrestres cuando se someten a perfiles de buceo, no sucede entre los mamíferos marinos, que solo parecen verse afectados cuando sufren un episodio de estrés, como enmallarse en una red pesquera o asustados por una señal de sonar, hecho que ha sido motivo de discusión entre los científicos desde hace décadas.
La hipótesis del estudio recién publicado sostiene que “la inusual arquitectura y funcionalidad del sistema respiratorio de ballenas y delfines les permite que, de manera activa, y no fundamentalmente pasiva como se pensaba hasta ahora, puedan disminuir la absorción de elevadas cantidades de nitrógeno durante el buceo y minimizar el riesgo de sufrir la enfermedad asociada al embolismo gaseoso”, como ha indicado García-Párraga.
El peligro del ascenso rápido
“Este documento abre una ventana a través de la cual podemos tomar una nueva perspectiva sobre la cuestión”, señala Michael Moore, director del Centro de Mamíferos Marinos de la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI, en sus siglas en inglés) de Massachusetts (EE UU) y coautor del estudio, junto a Andreas Fahlman, director del Departamento de Investigación de la Fundación Oceanogràfic.
Todos los mamíferos necesitan aire para vivir y cuando se sumergen a grandes profundidades, la alta presión comprime sus pulmones y hace que sus alvéolos —los pequeños sacos al final de las vías respiratorias donde se produce el intercambio de gases— colapsen gradualmente, facilitando que parte del nitrógeno que se mantiene bajo presión pase al torrente sanguíneo y a los tejidos cause coagulación intravascular y active el sistema inmune.
Si el animal ascendiese lentamente, el nitrógeno absorbido podría regresar poco a poco a los pulmones y exhalarse posteriormente, pero al hacerlo rápidamente, el gas solubilizado no tendría tiempo para volver a difundir a los pulmones.
Por ello se llegaría a la sobresaturación y se formarían burbujas en la sangre y tejidos, que podrían expandirse por la menor presión en el ascenso y causar daños en vasos y tejidos.
Lo que propone este trabajo es que, en condiciones normales, los cetáceos no tienen este problema porque durante la inmersión, el aire contenido en su aparato respiratorio no entra en intercambio con la sangre y así evitan incorporar un exceso de nitrógeno al organismo y pueden volver a superficie rápidamente sin la formación de las peligrosas burbujas en sangre y tejidos.
Fuente y más información:
Diario 20minutos