Imagen de la ilusión óptica de Pinna-Brelstaff empleada en el experimento científico.
La ilusión óptica de Pinna-Brelstaff es una de las más conocidas: se trata de una serie de figuras geométricas colocadas en una serie de anillos concéntricos. Al acercar o alejar la vista de la figura —manteniendo la mirada fija en el centro de las circunferencias—, parece que los anillos rotan en diferente dirección. Ahora, un equipo de científicos han estudiado qué es lo que pasa en nuestro cerebro al observar esta ilusión.
“Es como si estuvieras en una fiesta en la que escuchas una voz con mucho ruido”, indica a New Scientist el investigador Ian Max Andolina, uno de los que han llevado a cabo este trabajo, publicado recientemente en Journal of Neuroscience. Para ello, los investigadores realizaron dos estudios separados en cerebros humanos y monos.
El experimento consistía en exponer a nueve voluntarios humanos y a dos macacos a esta ilusión óptica para ver si experimentaban por igual el movimiento ilusorio de las imágenes. Primero les mostraron una ilustración que sí se movía y a continuación la ilusión de Pinna-Brelstaff.
Los científicos descubrieron, en primer lugar, que los dos macacos —a quienes se les colocó electrodos en la cabeza— percibieron la ilusión óptica de manera similar a los nueve humanos. Asimismo, lograron demostrar que el cerebro humano experimenta un retraso cuando observa ilusiones ópticas como esta.
En concreto, el equipo de investigadores descubrió un retraso de 15 milisegundos entre la actividad de las neuronas que perciben el movimiento global —la ilusión de que las líneas se mueven— y las que perciben el movimiento local —que ven que en realidad no existe tal movimiento—. Es decir, las neuronas tardaron 15 milisegundos más en procesar el movimiento ilusorio que el real.
“El movimiento físico es como el ruido de fondo y la ilusión es esa voz en medio del ruido que debes seleccionar. Se tarda un poco más en hacer eso”, concluye Andolina.
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Diario 20minutos