La península prehistórica
Mucho se ha hablado de los Tartessos o de la cultura Tartésica, innumerables artículos sitúan a esta civilización entre la oquedad de la realidad y de la ficción, insuflándola según el fin del autor elementos hieráticos y esotéricos ajenos al contexto histórico en el que se desarrolló. Pero realmente, una de las pocas cosas que podemos afirmar de esta civilización es que se trata de la primera cultura de la historia de la península Ibérica.
Pero para comprenderla es necesario viajar al pasado, trasladarnos a ese segundo milenio antes de Cristo donde comenzó esta maravillosa cultura.
Hace unos 3000 años. Año 1100 a. de C. siglo arriba siglo abajo
Nuestra península ibérica se encontraba en plena prehistoria, sus múltiples pobladores, ajenos en gran parte unos de otros, fueron desarrollándose culturalmente y de forma diferente a través del uso de sus materias primas, de sus costumbres, creencias, tecnología y a un conjunto de valores materiales y espirituales que hacían que conviviesen muchas mini culturasajenas y entrelazadas.
Cada una de estas culturas tenía una peculiaridad exclusiva y distinta a las demás, una característica que les marcó como pueblo y que en ausencia de fuentes y documentación escritas que nos ayudasen a describirlas, fue usado para designarlas.
La parte oeste de nuestra península, lo que hoy día es Portugal, Galicia y Asturias, era rica en depósitos de metales, lo que los llevó a especializarse en la metalurgia primitiva, la extracción de bronce y la manufactura de todo tipo de aperos de trabajo y armas, conformando la “Cultura del bronce Atlántico.”
En el sur, por el contrario, donde hoy podemos encontrar gran parte de Andalucía y la parte sur de Extremadura, su distintivo cultural se basaba en una técnica decorativa es sus cerámicas, el “bruñido”, pulimiento de los trazos decorativos, de ahí, el nombre de la “Cultura de la cerámica de retícula bruñida”
En la meseta, la caracterización de esta cultura situada en los límites de Castilla León y Madrid, fue denominado “Cultura del horizonte Cogotas I”, en honor del denominado castro de las Cogotas en Ávila, donde se identificaron los materiales y cerámica recargada típica de esta comunidad.
Sin embargo, la denominación de la cultura que afloró en Cataluña y Aragón, y que coexistía en una extensa parte de grupos locales de Europa, fue la “Cultura de los campos de urna”, calificado de esta manera por un nuevo rito funerario distinto al de otras colectividades, la incineración, deposición de sus cenizas en urnas de cerámica y su posterior enterramiento en amplios campos mortuorios.
En las islas de nuestro mar mediterráneo donde hoy localizamos Mallorca y Menorca, existió un pueblo con unas peculiares construcciones de piedra, el Talayot, especie de atalayas de vigilancia o defensivas, y la Taula, estructura de dos bloques de piedra en forma de T o de mesa elevada, dando nombre a la “Cultura Talayótica”
Por supuesto, el resto de áreas no nombradas de la península correspondían a zonas de influencias de las culturas anteriormente descritas.
Pero mientras que en nuestra península estábamos en la prehistoria, en la Edad del Bronce Final, oriente ya había evolucionado, Egipto, Babilonia, Sumeria, la Grecia prehelénica, Fenicia y otras tantas se habían desarrollado en civilizaciones avanzadísimas.
Si todas ellas fueron civilizaciones que cambiaron el mundo, una tan solo y en especial, cambió el rumbo y el devenir de la historia de nuestra península Ibérica, la civilización Fenicia.
Los fenicios fueron un pueblo con ADN colonizador, aunque cierto es también que la historia le concede el atributo de pueblo comercial al basar parte de su economía en el comercio marítimo, pero no podía ser de otra forma, sus principales ciudades en distintos periodos de su historia siempre se erigieron frente al mar mediterráneo, desde Sidón, Tiro o Cartago, hasta la inmensa mayoría de las colonias sometidas.
La civilización Fenicia aprovechando su carácter marinero, y la búsqueda de materias primas necesarias para su comercio con el Imperio Asirio, actual Irak y Mesopotamia, comenzó su expansión con esta doble finalidad, colonizar territorios y obtener recursos para su comercio. Por ello, y ante la necesidad de obtener los recursos ya escasos en sus territorios y satisfacer la fuerte demanda Asiria, emprendieron la apertura de rutas comerciales por el mediterráneo.
El estaño, para la fabricación de bronce, aleación compuesta por una gran cantidad de cobre y una pequeña de estaño, fue uno de los materiales que promovió el arrío de velas y el comienzo de su aventura colonial.
De las rutas iniciales a Chipre y Túnez, a escasa distancia se sus ciudades, le siguieron las de Cirene, Leptis, Sicilia y Cerdeña, donde fundaron colonias y explotaron recursos agrícolas y ganaderos.
A nuestra Península Ibérica llegan algo más tarde, primero con el propósito de establecer cabotajes en su gran ruta hacía las Bretañas, la francesa y la británica, y posteriormente con el deseo de colonizar una tierra rica y casi desconocida en el final del mundo conocido.
De los intercambios de materia primas y productos manufacturados entre indígenas y fenicios, se pasó sobre el 800 a. de C.., a la fundación fenicia del Santuario de Gadir en la ensenada del Lacus Ligustinus, donde en tiempo pretérito desaguaba el rio Betis es su tramo más bajo, o lo que es lo mismo, la ciudad de Cádiz en la antigua desembocadura del río Guadalquivir.
Esta primera colonia, dio paso a muchas otras, como Sexi y Abdera, conocidas en nuestros días como Almuñécar o Adra respectivamente, incluso a Malaka, un asentamiento en el lugar donde a actualmente se encuentra Málaga
El nacimiento de la cultura Tartésica
El contacto cada vez más estrecho de los indígenas ibéricos con el pueblo fenicio a través de las colonias peninsulares y su comercio, provocó un salto evolutivo a todos los niveles. Por una parte, y considerando como primera premisa de los colonos el comercio de materias primas de origen mineral, motivo sine qua non nunca hubiesen emprendido la aventura comercial más allá de las tan nombradas columnas de Heracles, introdujeron nuevas técnicas para su extracción, para su tallado, para la elaboración de aleaciones, como para el desarrollo de alfarería, agricultura y arquitectura.
Pero su influencia no solo estaba en el ámbito tecnológico, si no que trascendió de manera extraordinaria al mundo cultural y religioso de los indígenas, las creencias y ritos existentes hasta entonces tomaron otra deriva en su contacto con las tan admiradas ideologías fenicias. Aun así, si de algo debemos estar especialmente agradecidos a los fenicios es de la incorporación de la escritura, hecho que marcó el tránsito de la prehistoria a la historia en nuestra querida piel de toro.
Y es justo en este momento y como consecuencia de la fundación de los asentamientos fenicios en las colonias peninsulares, de las relaciones comerciales y sociales entre ambos pueblos, de las influencias directas en la cultura indígena, y del comienzo de la escritura, cuando se produce el nacimiento de la cultura tartésica y el misterio de la Civilización de los Tartessos.
Tartessos el comienzo de la leyenda
A partir de aquí, seguir la pista histórica a los Tartessos se convierte en una tarea difícil y compleja de contrastar. Por un lado, debemos separar las fuentes de carácter legendario y que responden a pasajes fantásticos de la mitología, casi siempre griega, de las menciones históricas y geográficas; y, por otro lado, establecer un sistema de imparcialidad ante la ambigüedad de las múltiples interpretaciones que se pueden obtener de una misma fuente histórica.
Para algunos las menciones bíblicas de Tarsis, suponen en el Santo Grial tartésico la relación directa y concluyente de la existencia de Tartessos, pero obviando eso sí los distintos significados bíblicos que conlleva la palabra original.
Tanto en Salmos 72:10 “Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes…” como en Ezequiel 27:12 “Tarsis comerciaba contigo por la abundancia de todas tus riquezas; con plata, hierro, estaño y plomo comerciaba en tus ferias”, Tarsis actúa como topónimo de algún lugar, quizás de esa capital perdida de la civilización tartésica.
Pero en otras citas bíblicas actúa como nombre específico de un tipo de barco, 1 de reyes 22:48 “Josafat había hecho naves de Tarsis, las cuales habían de ir a Ofir por oro…”, o Isaías 2:15-16 “sobre toda torre alta, y sobre todo muro fuerte; sobre todas las naves de Tarsis, y sobre todas las pinturas preciadas”, o la mítica cita de Ezequiel 27:25 “Las Naves de Tarsis eran como tus caravanas que traías tus mercancías”
Y en otras ocasiones aparece como nombre de persona, Genesis 10:4 “Los hijos de Javán: Elisa, Tarsis, Quitim y Dodanim”, o hasta el de un mineral Éxodo 28:20 “y la cuarta hilera, un tarsis, un ónice y un jaspe. Todas estarán engastadas en filigrana de oro”, o Daniel 10:6 “su cuerpo era como piedra de Tarsis, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego…”. En muchas versiones bíblicas se sustituye tarsis por berilo.
Ya en fuentes griegas el poeta Estesícoro cita en su poema Gerioneis el río Tartessos, asegurando que en tiempos anteriores le llamaron al Betis Tartessos y a Cádiz Eriteia. Por otra parte, otro poeta llamado Licofrón indica que Tartessos está cerca de las columnas de Hércules
Y otro conocido, Heródoto, también nos habla de la cultura tartésica a través del mito de Argantonio y ese último rey de los tartesios “…Y una vez llegados a Tartessos se ganaron la amistad del rey de los tartesios, cuyo nombre era Argantonio, que ejerció el poder durante ochenta años y vivió un total de ciento cincuenta»
Y como no, en documentos latinos y sirva como ejemplo Plinio el viejo, aseguraba que para los romanos Tartessos era Cádiz “Nosotros lo llamamos Tartessos y los púnicos Gadir”
Pero dejando a un lado las referencias documentales, las de los tesoros tartésicos que hablaremos en otro artículo como el de Carambolo, o los yacimientos arqueológicos de Tejada la Vieja, la Aliseda, o Cancho Roano, la cultura tartésica desaparece de la misma manera que se origina, por el mestizaje cultural.
La civilización fenicia comienza a desvanecerse y pierde sus colonias peninsulares a manos de los cartagineses, el choque nuevamente de culturas y la influencia de ésta sobre el mundo tartésico da paso a un nuevo pueblo prerromano, los Turdetanos.
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